Por Nestor Moreno
Recuerdo una tarde de Hace un par de años, luego de terminar la búsqueda diaria de mis clases de derecho de la universidad. Compartí una de esas lecturas, sobre aspectos laborales, en especial de algunos países de América Latina. La leí y se la compartí a un amigo, quien me respondió de la siguiente manera:
- No entiendo cómo es posible, que tengamos personas en nuestra sociedad, pensando todavía en un discurso, donde creen que todo es color de rosa. Gente hablando del trabajo decente América Latina. Me disculparás querido amigo, si me torno un tanto fuerte en mis apreciaciones, pero es que no puedo dejar pasar semejante ignominia.
De antemano, agradezco tu deferencia por haberte interesado mi opinión, ya que pocas veces lo haces, y espero no defraudar la confianza. Lo primero que observé de esa lectura, fueron los argumentos que en mi opinión desconocen la realidad social y económica de américa latina. En primer lugar, la gente no le gusta estudiar, y ha sido muy difícil para los países de américa latina, encontrar salidas de empleo y capacitación para las clases populares. Es que se reproducen como conejos, y como dicen por ahí, no hay cama para tanta gente. Deberían obligar a los hombres de los estratos bajos, a que se hagan la vasectomía, y en lugar de gastarse el dinero en hijos, gastárselo en viajar o comprarse un carro.
Eso sí me ha gustado de la transformación social, que la sociedad, por lo menos en este país, ha ido entendiendo que hay que vivir en la ciudad, aquí se vive mejor, no podría con tanto silencio en el campo, debe ser aburridor.
Una de las cuestiones que más me impactó, fue la presentación de las condiciones de trabajo en américa latina. Pero es que en efecto, estamos en américa latina, las condiciones laborales no están ni cerca a las que pretendemos semejar de Europa o Estados Unidos, no estamos ni cerca del primer mundo, y así queremos derechos laborales. Es que ni cumplimos los horarios de trabajo, y las asociaciones sindicales son más corruptas que las instituciones en las que hacen huelga. A esos dirigentes sindicales los compran con puestos en el gobierno, les sacan a los hijos del país, y luego se postulan para llegar al legislativo, el círculo sigue y sigue y nadie hace nada. Pero que van a hacer un puñado de personas que solo exigen pero no ofrecen nada a la sociedad. No puedo creer en esto que le pasa a América Latina, lo peor, es que luego terminan mordiendo la mano que les da de comer, contratan abogados que cobran hasta los dolores que les producen las deudas, y dicen que están deprimidos y tienen que pagarles sus afectaciones morales.
Pero una de las cuestiones que más me indignó, fue cuando relacionó la modernidad con las condiciones de trabajo, como una especie de esclavitud contemporánea, novedosa y homogenizadora. ¿Cómo se atreven a negar la igualdad que se funda en los incansables esfuerzos del derecho, por hacernos iguales ante la ley?, si es que eso es uno de los pilares de la democracia, ¿Cómo pueden decir que esos campesinos y gente de los estratos bajos no son iguales a nosotros? ¿Cómo se atreven?
Mi querido amigo, espero que te hayas dado cuenta de esas falacias argumentativas, que parecen mas un sofisma. Amigo mío, ¿Quién no necesita el dinero? Me parece muy triste que la gente desprecie de hacerse a las posibilidades de mejorar, de vivir bien, no en una choza o un tugurio. El sistema se los permite, el sistema le da la posibilidad de encontrar trabajo y subir de estrato, es demorado, pero es el camino honesto, el que todos tienen que soportar, y si no les gustan los horarios de trabajo y las jornadas laborales, pues que hagan su propia empresa. Mira amigo que acceder a esos capitales para iniciar un negocito es lo más de fácil, o pueden ser vendedores de empresas multinivel, ellos dan y ofrecen cursos de capacitación para hacer bien todo lo necesario.
En conclusión, la gente es muy perezosa, en américa latina lo único que tenemos es vagos sin oficio ni beneficio, no nos gusta trabajar y además, nos creemos con el descaro de pedir y pedir, sin dar un esfuerzo a cambio de esos beneficios.-
Me despido mi querido amigo, agradeciendo tu interés por mi opinión y desando el mejor de los éxitos en tu universidad.”
Luego de terminar la carta recordé, el motivo por el cual había dejado de hablarle, más allá de sus problemas y sus ínfulas del primer mundo, era su tono de hablar; pero lo que si no soportaba, era verlo gastar el dinero, era el presidente de la república. También regresó a mi mente esa rabia de Boukoski, – “La esclavitud nunca fue abolida, sólo se amplió para incluir todos los colores”.