sátira, Trabajo

Cuando casi fui católica

Coraima Torres Bermúdez

Jóvenes Iberoamericanos

CINE-Stesia


Había hecho algo terrible antes de dormir, revisar el e-mail donde estaba sin abrir una lista de correos del banco de hace más de un mes, que por sus asuntos anunciaban la coactiva.

— ¡Qué caro salió estudiar! – me dije con la cara fruncida

Daba vueltas en la cama, el insomnio me invadía peor que un virus, necesitaba resolver mi desempleo, tanto que ya pensaba que  mi vecina de enfrente, sí, la que siempre pone la misa en alto volumen tenía razón: Necesitamos un salvador.

— Quizá deba ir a buscar libros religiosos – me aconsejé.

— O llamar al cura para que vuelva a dar la misa por parlantes, aunque sin limosna no le gusta tanto – me repetí a mí misma.

— Claro es su «trabajo»

Me levanté ansiosa de la cama a buscar mi viejo celular en medio de la oscuridad, una leve luz de la calle me guiaba por la habitación, estaba decidida a hacer algo, pero eran las 3 de la mañana, entonces, intenté ver si encontraba sosiego en algún mensaje de whatsapp hasta que amanezca y poder hacer una misa o algo; pero nadie estaba conectado, el vacío de whatsapp era igual al silencio de las tardes desde que empezó el fin del mundo, mientras tanto, mi situación agravaba tenía otra vez la ansiedad del inicio de la cuarentena, pero ahora era porque se iba a terminar y volverían a llegar los correos.

—¡Mujeres! dirían los chistes finos machistas.

Pero realmente estaba asustada, es que la cuarentena se acaba y con ella llega el inicio de un mes donde hay que producir  para pagar  a los bancos los primeros días de junio.

—Ya lo dijo Rene

“Clase media-baja, nunca fuimos dueños

El préstamo del banco se robaba nuestros sueños”

— Trabajodores uníos – grité en  plena madrugada

—Coraima duérmete carajo, no tienes ni trabajo – replicó mi mamá desde otro cuarto

—Es cierto y con las reformas laborares ¡Ay Dios! – me susurré.

En ese momento sentí un mareo quizás era Dios hablándome.  Me di unas cachetadas.

Y me dije

— ¡Qué Dios, qué Dios! Es el susto de las deudas, crédito educativo, las tarjeta.

—Estudia mucho decían, pero aquí estoy siendo la mejor graduada y endeudada, hasta perder el sueño.

Seguía caminando por mi casa

—¿Y ahora qué hago? – me preguntaba.

—Quizá algún emprendimiento – me respondía

— Pero toca intentar, intentar, intentar, intentar, intentar, intentar (…) hasta que salga como dicen los exitosos emprendedores de la San Pancho.

— ¿Será que no tengo el don?

Entre los viejos chats encontré ofertas laborales de la UPS y había una luz al final del túnel, Don Bosco no se olvida de sus hijas. Entonces, envié una hoja de vida a un colegio a ver si puedo tele-enseñar  a ver si gano cualquier $100, puesto que, conseguir trabajo en Ecuador ya era toda una batalla, no como la de Cynthia Viteri en Esparta claro está; pero ahora es peor porque el gobierno de Esparta, digo de Ecuador se puso a hacer unas reformas laborales que la verdad van a ser la bomba de Hiroshima como diría Viteri.

Mi situación empeoraba, sudaba, y hasta tosía, creo que tenía   el “sincamello virus” y no hay azitromicina que aguante.

Me puse pesimista

—Esto no va a salir – mientras caminaba hacía la cocina

— Me tocará trabajar en un medio futbolístico donde mi primer sueldo llegará cuando entre publicidad. – mi cabeza se movía de un lado al otro entre tanto prendía una pequeña olla para hacer té.

—Y quién va a querer publicidad post pandemia.

Me senté en el comedor desconcertada como cuando anunciaron que el distanciamiento social iniciaba el 04 de mayo.

MDT-2020-080, MDT-2020-080, MDT-2020-080, repetía sin parar.

Mi madre se levantó asustada pensando que tenía algun ataqué epiléptico

— Está se me deschavetó peor que Lenín – se dijo

—Mamá será que Dios nos salva – pregunté

—¿De qué? – Replicó mi madre

—De la precarización – respondí.

—Al Cesar lo que es del Cesar – me miró mi madre espantada.

Con su mirada entendí que nadie iba salvarnos de los acuerdos ministeriales y la ola de reformas, ni la misa que quería ofrendar; entré en una desesperación profunda, sudaba como cuando Lenin no tenía el texto, revisaba mi celular esperando encontrar respuestas cuando vi que la fecha en el celular ya decía 01 de mayo

—Madre – grité

—Ya es primero de mayo, ten listas las ollas, #ElEncierroNoNoscalla – exclamé.

— Haré un podcast – anuncié feliz, mientras ponía el himno de la internacional

—Baja el volumen – respondió mi mamá cuando caminaba a su cuarto.

Grababa y regrababa no sé si quería ser una especie de Youtuber de lo sonoro.

“Hoooola soy Cora y las reformas laborales traerán misería y hambre”

—Suena muy apocalíptico – susurré

Pero las resumí en: están botando gente como si fueran juguetes baratos de campaña política. El trabajo se flexibiliza como la ideología de Moreno, el salario básico en la reducción de jornadas laborales caerá como la bolsa, pero a $200. El trabajo por horas is comeback. Según el satanás de la  izquierda, FMI, el desempleo podría incrementarse el 6.5% en Ecuador.

—¿Y ahora? –terminaba diciendo en el podcast.

— A dormir o mañana no tienes internet – gritaba mi madre del cuarto

Mi madre en la relación de acuerdo de las partes vendría siendo la gerente de la empresa que dice que dialoga, pero no.

Fui corriendo a mi cuarto, me arropé,  cerré los ojos y grité

—Trabajadores uníos

— Sí, sí mañana te toca arreglar la casa, replicó mi madre desde su cuarto, tan tajante recordándome mis labores. 

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