“Con sus principios y sus riesgos, sus frustraciones y sus
laureles, sus violetas y sus pavos reales, sus almas en
pena y sus almas en gloria. Ocurre que el pasado es
siempre una morada y no hay olvido capaz de demolerla”
Mario Benedetti (1987)
Uno de los cambios con mayor impacto sobre las comunidades, en los momentos de la colonización de América, fue el cambio de función del espacio en los distintos asentamientos. No es difícil hacer un seguimiento a esta afirmación, ya que muchos historiadores han dado cuenta de dicha transformación espacial, esta como parte del proceso de colonización y transformación cultural. Justo después de la llegada de los españoles, una de las principales prácticas fue la introducción del pensamiento occidental, mediante ideas religiosas que iban de la mano de la imposición de la ideología y visión del viejo continente. Muestra de ello es el cambio que se le dio en importancia al centro de las ciudades, en contraposición a lo dispuesto por la cosmovisión ancestral, en la que los lugares periféricos de sus asentamientos, representaban la conexión con su más allá, con su mundo después de la muerte. Como respuesta a esta forma de ver el mundo, los españoles dispusieron que la cabeza del poder político y espiritual estaba ubicado en el centro del asentamiento, como un claro mensaje de olvido y desprecio por lo propio del territorio invadido. Así las cosas, es posible ver que los lugares y los espacios urbanos y rurales, también tienen un significado no solo social, sino también cultural político y espiritual.
Luego de un poco más de 5 siglos observamos fenómenos similares, que con la misma intención de ese entonces buscan continuar alejándonos de una memoria no oficial. No obstante, las características responden a un contexto que debe verse desde la modernidad y con la idea de desarrollo que busca mantenernos en la lógica del antiguo continente. Además, una de las constantes ha sido la re significación de espacios, en donde lugares específicos adquieren significados alegóricos a momentos o personajes, transformando sus definiciones, afectando de manera profunda la cultura y las relaciones sociales de las comunidades.
Hasta este momento las referencias de modernidad que se han establecido de forma intrínseca hacen alusión al “Mito de la Modernidad”[1] que remarca el inicio de la misma en 1492 con la invasión, pues es ahí donde se contraponen poderes y una línea de verticalidad para diferenciarnos entre “nosotros” y “ellos” por un tema de control y superioridad justificado bajo la figura de la raza social, a través de lo cual se encubrió al otro (a las comunidades originarias) y todos sus valores, con el fin de modernizarlos. Para Anibal Quijano el proceso de modernidad produjo cambios en una dimensión material y subjetiva de relaciones sociales: nuevo espacio-tiempo material y subjetivo.[2] Dando inicio a un sistema mundo global capitalista por medio del control del trabajo y del mercado en las colonias.
Si bien es cierto, lo antes descrito es una pre fase de lo que la historia eurocéntrica conoce como modernidad, por ello es fundamental subrayar conceptualizaciones como el surgimiento oficial de la Modernidad en el Siglo XVII[3] caracterizado por la Revolución Industrial, por tanto, con una nueva idea de progreso/desarrollo que re-configuraba a la sociedad y todo su cuerpo social. El progreso relacionado con la industria (conocimiento tecnificado), comercio, producción y mercantilismos hizo que la configuración espacial transitara hacia los centros, generando desde ahí ya una brecha entre centros y periferias. Los centros se urbanizaron, la idea de desarrollo y progreso es algo que se construye en lo urbano en relaciones de producción y consumo. Donde el expansionismo del Siglo XV regresa, pues la visión del sistema mundo fortalecido en la Revolución Industrial tiene una visión global vinculada con los medios de comunicación[4] que permite establecer un discurso masificador.
En este punto cabe preguntarse, ¿Guayaquil ha sido ajeno a este fenómeno? Siendo una de las ciudades más importantes de Ecuador, conocida como la Perla del Pacífico, Guayaquil desde otrora ha sido uno de los principales puertos de comercio. Además, por su ubicación geográfica tuvo asentamientos de comunidades originarias que no estuvieron alejados de la dinámica de la época colonial, sufriendo los mismos embates de la violencia, los procesos independentistas y posteriormente el salvaje paradigma de desarrollo y progreso que se remarca en lo contemporáneo desde el 92 con la alcaldía en manos del partido social cristiano. Es por esto, que Guayaquil, ha presenciado todas sus transformaciones, no solo desde la colonia y sus asentamientos con la inversión de muchos de sus valores culturales, también se ha ido transformando conforme ha ido mutando los valores culturales contemporáneos.
El título del escrito menciona la mirada del forastero, debido a que como categoría de análisis el forastero es alguien que forma parte de un grupo social, por factores como la migración, pero no puede ser parte del mismo de forma total porque sus principios y la memoria histórica no son los mismos que la de la comunidad. Guayaquil por ser la capital económica de Ecuador atravesó un proceso de urbanización centralizado[5] recibiendo a miles de migrantes, como la autora de este ensayo, por eso alerto que como forastera estoy tan cerca pero a la vez tan lejos de muchas construcciones emocionales que dan en la reconfiguración del espacio y presentaré una mirada externa de lo propuesto.
Las ciudades per se tienen un esencial valor relacionado con el capital[6] y la fuerza de trabajo. Adicional a ello, son capital fijo para los procesos económicos glocales, por ello siendo Guayaquil un puerto de comercio y punto focal para el desarrollo del capitalismo, su configuración tenía que adaptarse como un bien moldeable, pues pasaba hacer un activo más del macro sistema mundo.
En Guayaquil, en la época moderna hubo varios hitos en la reconfiguración del espacio. Un primer momento fue el período de 1900-1920 que coincide con el término del boom cacaotero. Como segundo punto, está la influencia arquitectónica europea en 1925 y posteriormente la afección del norte por necesidad directa de la clase agro exportadora de la ciudad.[7] La crisis de los años 30 que no solo se dio en Ecuador sino a nivel mundial, paró la urbanización económica y en los años 40 se empieza la urbanización con corrientes importadas de países “desarrollados”[8].
Guayaquil desde la época colonial fue un espacio de intercambio comercial, de paso hacia los otros puntos estratégicos para la región. Sin embargo, sus condiciones geográficas dificultaban defender la parte económica. Por ejemplo el asalto de piratas a la ciudad que surgía en el Cerro Santana que se convirtió en punto de defensa de los piratas[9]. Este espacio tenía dificultades por la inestabilidad de las casas a sus alrededores, por ello la ciudad se movió –meramente estrategia económica- pues la migración no podía darse en lugares inestables. La ciudad mejoraba para el sistema capitalista en el Siglo XIX de forma rápida, se construían edificios administrativos, instituciones públicas similares a las europeas en su estética, el malecón como eje de negociaciones financieras.[10] Conforme iba surgiendo el gran Guayaquil, por otro lado iban naciendo barrios con hacinamiento de personas por la migración, muy diferente a los barrios comerciales, estos eran espacios donde se remarcaba la inferioridad del otro, un ejemplo sería el Barrio El Astillero. Para ese momento de la historia la ciudad se dividia:
- Ciudad Vieja (Cerca del Cerro)
- Ciudad nueva (Lugares planos)
Los gobiernos de ese entonces obligaban a las personas a vivir en la ciudad nueva, con un solo fin: Concentrar la fuerza del trabajo en la nueva urbanidad[11]. Algo bastante interesante es que desde el boom cacaotero y la imposición de la nueva ciudad donde construían todo lo necesario, se iban configurando espacios de poder como[12]:
- Zona central de comercio y familias adineradas
- Zonas heterogéneas y periféricas de sectores medios y bajos
- Zona Industrial en el sur de la ciudad
Lo antes mencionado, ha evolucionado en el mundo contemporáneo. Pues el centro ya no es un lugar de las élites, sino más bien un no lugar constante; el norte es sinónimo de progreso, el centro sigue teniendo características financieras y el sur periférico se relaciona con los “otros” siendo un Guayaquil que no sale en spots turísticos. Pero me niego a hablar de la categoría contemporáneo, me parece que le estamos quitando la sustancia a lo que está ocurriendo en el aquí y ahora; una sobre modernidad que acelera todos los principios modernos en un mundo conectado globalmente. Marc Augé, antropólogo, creador de esta categoría nos hace repensar lo que ocurre en esa hiper modernidad devastadora. Guayaquil es un ejemplo directo, producto de la globalización y homogenización perfecta para fortalecer el mundo del mercado y del consumo. Aquí el sujeto se encuentra aislado en medio de la diversidad de zonas de consumo, estando en continuo tránsito donde la identidad de la masa se juzga por el capital.
Antes de entrar al Guayaquil sobre-moderno, es vital detenernos un momento para definir la categoría lugar que tiene una relación funcional con espacio y territorio. En la actualidad el lugar se encuentra mediado por dos tipos de relaciones: la local y lo global[13]. Se suele dar un cruce constante, por diversos factores de tipo comerciales o comunicacionales, influyendo directamente en los habitus que es una construcción cultural que se aprende en las instituciones primarias de socialización como la casa, pero esto no se encuentra apartado de los paisajes globales (tecnológico, financiero, mediático e ideológico) porque compartimos un territorio global a través del sistema mundo capital. El lugar es un espacio simbólico de interrelaciones. Siguiendo por esta línea, el espacio es lo físico o virtual ahora en espacios pos humanistas; cuyas prácticas espaciales crean el territorio. Por su parte el territorio es un objeto donde se ejerce poder y se disputa el mismo.[14]
Luego de discurrir acerca de las visiones del mundo representadas en los territorios, parece importante acercarnos un poco a lo que en su momento pensadores denominaron como formas de la globalización: el localismo globalizado y el globalismo localizado. En términos muy generales, el localismo globalizado, es aquel fenómeno en el cual, las prácticas que devienen de condiciones locales tienen una acogida en todo el orbe, podríamos tomar como ejemplo el idioma inglés, que se ha impuesto como idioma universal. Por otra parte, el globalismo localizado, también en términos muy generales, consiste en imperativos ultranacionales, tienen especial desarrollo en localidades muy específicas, ejemplo de ello, es la modificación de las economías para la explotación irrestricta de recursos naturales.
De tal suerte, que la idea anterior es un fenómeno visto en la cotidianeidad guayaquileña, afectando principalmente la idea de identidad, no solo respecto de su ciudad, sino también como nacional. La ciudad de Guayaquil, ya habíamos dicho no está distante a los procesos de globalización, más aún cuando cuando se erige como uno de los principales puertos comerciales de América del Sur. Esto ha permitido transformaciones profundas al interior de los significados que han tenido los diferentes lugares, monumentos, parques, y recuerdos de los asentamientos existentes antes de la invasión y de la independencia del Ecuador.
Estas nuevas costumbres aprendidas de los nuevos diálogos que se dan en ocasión de las reglas de la globalización, han tenido también consecuencias sobre la identidad del guayaquileño. La perla del pacífico, al ser una de las ciudades más pobladas del país, alberga cientos de personas, recibiendo en sus brazos poblaciones campesinas, estudiantiles y extranjeras, confluyendo en un constante intercambio de información no solo cultural, sino también económica y política. Como consecuencia de esto, la identidad y el reconocimiento de los diferentes espacios ha tendido a desaparecer en la memoria de su gente, olvidando no solo el legado que significa, sino algo mucho más importante, la revisión crítica de sus raíces.
Por una parte, los países de América Latina han hecho hincapié en dos posturas, la primera, el resaltar los resultados de los procesos independentistas, los cuales dieron no solo un reconocimiento a la identidad de los países americanos, pero que correspondía a un momento histórico muy particular. La segunda, el reconocimiento de los pueblos indígenas, que ha sido una propuesta de pensamiento crítico, con la bandera del buen vivir como norte y camino. De este modo, observamos que la idea de identidad se diluye, atendiendo a los criterios impuestos por la memoria oficial, dejando de lado esfuerzos grandes por el reconocimiento de una herencia perdida en el tiempo, que ahora se oculta un poco más, gracias a esos fenómenos capitalistas que imprimen su información en los diálogos de las diferente poblaciones de la ciudad de Guayaquil.
Podríamos decir entonces, que la memoria oficial no ha configurado sitios con grandes contenidos históricos y con una gran carga identitaria, pues se han desdibujado gracias a una estrategia de imponer una visión desde las élites. No obstante, la memoria como ejercicio colectivo, reconoce la existencia de los no lugares, atendiendo a la postura del pensador Marc Augé. Para este autor, los no lugares, se definen como aquellos espacios en el que co-existen la presencia de los individuos, pero con una ausencia total de comunicación. Esto nace como primera medida, a partir de lo cercano y lo lejano, lo que nos identifica, propiciando la reducción de ese espacio o distancia entre uno y otro (Augé, Marc. 2000).
Es decir, que la ausencia de interacción y comunicación entre individuos que confluyen en un espacio o territorio sin interacción comunicación o acercamiento, es una característica de los no lugares. Partiendo de esta afirmación, la falta de comunicación hace perder el significado del lugar, lo que representa para un país o un territorio, degenerando la idea de estado nación. Es decir, que el territorio se aleja de su significado cultural, negando la posibilidad de comunicarlo, pero no deteniéndose allí, esos lugares ya sin significado, tampoco son espacios que posibiliten el diálogo, acercamiento y reconocimiento del otro[15].
Esta idea de los no lugares, no solo se manifiesta en la ausencia estéril de comunicación interacción entre los individuos en un determinado espacio o lugar, sino también en la ausencia silencio y olvido a los que se han condenado los sitios históricos de nuestra ciudad, esto, gracias a la completa ausencia de comunicación entre la historia y sus significados, con la realidad que viven hoy los habitantes de la perla del pacífico.
Los espacios de memoria son entonces, una excusa más para que las élites digan que construyen identidad, perdiendo lo que en su momento se buscaba y se ha buscado con el levantamiento de diferentes monumentos, a lo largo y ancho del planeta, recordar, hacer memoria, reflexionar. En este sentido, la memoria también se acerca a la idea central de este análisis, en la medida que es la herramienta idónea para repensar la historia de nuestras naciones. En este orden, no es posible que coexista el silencio de los no lugares, junto con la pérdida de la memoria, que acaece en razón del olvido y desprecio por los esfuerzos que hace desde la memoria. Ahora bien, el concepto de estado nación, radica su atención en la identidad, esa que deviene de la construcción colectiva de la historia. La concurrencia de estos fenómenos, la pérdida de memoria y los no lugares, justifican la tarea de repensar la memoria. Pero esta tarea no es fácil, porque hacer una reconstrucción de la memoria, necesita de manera indispensable, reevaluar el concepto de memoria que se ha enseñado por siglos en América Latina.
Con base a lo anterior, vemos como el territorio de Guayaquil tiene una influencia directa de grandes poderes, afectando el lugar de identidad socio-cultural. Pues basta salir a caminar un momento y vemos que la configuración del espacio público que moldea la identidad de la urbe nos muestra un arquetipo de lo que el paradigma de desarrollo y progreso nos dice lo que es estar mejor. La entrada de Guayaquil por el puente de la Unidad Nacional nos visiona una metrópolis queriendo ser como las supuestas grandes ciudades Ej. Panamá[16] hasta el Tornillo tenemos, tanto originalidad que homogeniza- valga la ironía, el Puerto Santa Ana en general es una construcción globalizada donde se incrusta la macro visión capitalista, diciéndole al mundo que eso que ven es Guayaquil, invisibilizando la pluralidad y toda la identidad de un pueblo que no es una masa uniforme que consume sin pensar y sentir. El Malecón 2000 no es un centro para compartir con el otro, sino un diseño para que los otros consuman en una red comercial que te vende estilos de vida y estatus. Todo el turismo de Guayaquil es el comercio de la cultura de un pueblo silenciado que no sabe si sigue siendo eso que exponen en los museos.
Consecuencia de esto, tanto los lugares históricos, como los lugares que intentan hacer memoria, además de los significados que deben tener los recorridos y desplazamientos entre uno y otro, es decir, los recorridos que dan significado a la ciudad entre un espacio o Consecuencia de esto, tanto los lugares históricos, como los lugares que intentan hacer memoria, además de los significados que deben tener los recorridos y desplazamientos entre uno y otro, es decir, los recorridos que dan significado a la ciudad entre un espacio o territorio importante y otro, son un gran ejemplo del silencio. Pero decir silencio, no es un significado que se asocie con el mutismo colectivo, sino a la ausencia de comunicación; por una parte observamos como los sitios turísticos de relevancia histórica, no tienen significado para los habitantes, desconociendo no solo casi que al unísono su historia republicana y de independencia, sino también, el olvido al que han sido destinados todos aquellos significados indígenas que subsistían antes de la invasión española hace un poco más de 5 siglos y los actuales relatos surgidos por la pandemia del COVID-19 que desgarró a la ciudad desnudando las estructuras de desigualdad que se han querido disimular. Un ejemplo evidente es el proyecto urbano “Raíces de Luz Eterna”, desarrollado en la calle Rumichaca, que va desde 9 de Octubre hasta Luque donde se intenta desde el discurso oficial hacer un homenaje a las personas que ayudaron a construir Guayaquil, pero simbólicamente parece que se esta pisoteando a las personas por la forma de la obra.
Podríamos decir entonces, que los no lugares no solo se manifiestan en la ausencia estéril de comunicación interacción entre los individuos, sino también en la ausencia silencio y olvido a los que se han condenado los sitios históricos de nuestra ciudad, esto, gracias a la completa ausencia de comunicación entre la historia y sus significados, con la realidad que viven hoy los habitantes de Guayaquil.
Por ello, para finalizar es fundamental, la territorialización que sugiere un control determinado por una persona, grupo social o étnico[17] por medio de la apropiación del espacio público de esos “No Lugares” que podrían verse como sistemas vivos, su impersonalización marcan su existencia. Una memoria no oficial que debe ser contada desde abajo porque solo cuando un nuevo cuerpo social surja haciendo contra-poder se va a desestabilizar a la mano invisible que nos controla por medio de algo inteligible: la memoria
Una memoria que es la base para el desarrollo de conocimiento y formas de interacción en los diferentes momentos y espacios de la vida. Pero obviamente todo lo digo como una forastera que interactúa en la gran ciudad, creyendo que la apropiación del espacio público, una memoria histórica no oficial expandida permitirá que el paradigma de desarrollo y progreso se transforme hacia ideas que rompan el aspecto economicista del mundo, de la cultura, del ser humano; donde el otro no este encubierto por los grupos de poder sino sea la diversidad mostrada como base de la identidad de nuestro pueblo. Guayaquil es más allá que La Perla que nos dice que somos desarrollados por estar una rueda similar a las metrópolis, es más que cemento.
Guayaquil es la identidad que no se cuenta, es la diversidad que se intenta homogenizar sin éxito. Guayaquil es la pluralidad de forasteros y culturas que tienen que des- encubrirse quizá con las mismas tácticas de lo global. No podemos esperar a que la UNESCO declare nuestro territorio como patrimonio de la humanidad porque esto solo fomenta la lógica del consumo; sino nosotros mismo hacer nuestro entorno un patrimonio donde no se quemen hectáreas misteriosamente en el Cerro Colorado[18] para luego hacerse urbanizaciones. Nuestra consciencia permitirá que los no lugares sean voces de contra-poder, pero para ello el sujeto antropológico debe evolucionar a ser un sujeto antropológico que interpela al otro con acciones para que los cuestionamientos sean colectivos. Nos callaron por siglos por eso cuesta hablar[19], sin embargo, la pandemia nos mostró que el silencio hace que nos maten, por eso muchos colectivos salieron a gritar, a resistir a construir relatos. Una memoria construida desde abajo, desde lo no oficial es una respuesta a esta manipulación institucional.
Bibliografía
- QUIJANO, Aníbal. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. En La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.). CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Buenos Aires, Argentina. Julio de 2000. p. 246. Disponible en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/lander/quijano.rtf
- DUSSEL, Enrique. 1492: el encubrimiento del otro: hacia el origen del mito de la modernidad. La Paz, UMSA. 1994, pp. 7-22. Disponible en: Click to access 1942.pdf
- ROJAS Milton, VILLAVICENCIO GAITAN. El proceso Urbano de Guayaquil. FES ILDIS, 2005
- BOCK, Marie. Guayaquil: Arquitectura, espacio y sociedad. Ed. 1995
- ACHUGAR, Hugo (2003) “El lugar de la memoria, a propósito de monumentos
(motivos y paréntesis)”. En: LANGLAND, Victoria y JELIN, E. (comps.)
Monumentos y marcas territoriales. Madrid, Siglo XXI/ SSRC
- GARCÍA ÁLVAREZ, Jacobo. (2009) Lugares, paisajes y políticas de memoria: Una lectura geográfica.
- DUSSEL, ENRIQUE. (1998). Filosofía de la Liberación.
- AUGÉ, MARC.( 2000). Los No lugares. Espacios de Anonimato. Disponible en: https://antropologiainacap.files.wordpress.com/2013/04/51458639-auge-marc-losno-lugares-pdf.pdf
[1] Justificación de la violencia encubierto por “razón moderna” (violencia sacrificial), Enrique Dussiel
[2] Quijano, Aníbal, “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”. En La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.), CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina. Julio de 2000. p. 246.
[3] Bastante cuestionable si estudiamos a Dussel y sus teorías decoloniales se iniciará un contrapoder a nivel histórico.
[4] La época moderna tuvo grandes avances en el aspecto comunicacional, pues era necesario para los sistemas comerciales.
[5] Remarcando los centros y periferias que promulgó el paradigma de desarrollo y progreso de la industrialización.
[6] Rojas Milton, Villavicencio Gaitan, El proceso Urbano de Guayaquil, FES ILDIS, 2005 7 Lo local visto desde una visión global.
[7] BOCK, Marie. Guayaquil: Arquitectura, espacio y sociedad. Ed. 1995. Pág 11
[8] BOCK, Marie. Guayaquil: Arquitectura, espacio y sociedad. Ed. 1995. Pág 14
[9] Los cañones donde nos tomamos fotos no son meramente decorativos tuvieron una historia que a veces pasa a último plano en la memoria colectiva.
[10] BOCK, Marie. Guayaquil: Arquitectura, espacio y sociedad. Ed. 1995. Pág 16
[11] Rojas Milton, Villavicencio Gaitan, El proceso Urbano de Guayaquil, FES ILDIS, 2005, pág. 35
[12] Rojas Milton, Villavicencio Gaitan, El proceso Urbano de Guayaquil, FES ILDIS, 2005, pág. 40
[13] Diego Paredes “La ciudad imaginada. Los territorios, lo imaginario y lo simbólico”
[14] Clase #1 de Naturaleza y Espacio Público, Marie Lager, 2017
[15] Este significado de cercanía y lejanía, también es abordado desde otra perspectiva por Dussel, Cuando afirma en su libro la filosofía de la liberación, la necesidad de la proximidad, como categoría o paso indispensable para la exteriorización. Para Dusel, uno de los pilares de la reconstrucción de la identidad latinoamericana, a partir no solo de su historia, sino también del reconocimiento cultural y espacial, es lo
[16] La brecha de desigualdad es marcada entre el gran desarrollo y las comunidades de pescadores en Ciudad de Panamá.
[17] Barañano, Ascención. Diccionario de relaciones interculturales diversidad y globalización. Editorial Complutense. Madrid. 2005. P. 342
[18] En el 2005 y 2011 sifrio incendios que redujeron según reclaman algunas fuentes hasta el 60% de su totalidad. Siendo este uno de los pocos bosques secos que queda en el país.
[19] Me incluyo en el colectivo acallado porque también soy parte de las construcciones del Guayaquil de hoy. Y mi identidad y memoria se ve afectada por el entorno en el que me desarrollo.